El día en las afueras del instituto se ve fantástico. El sol no es aplastante y todas las plantas están verdes. La sombra que el edificio proyecta es algo extraña: la esfera de la dirección parece ser la cabeza de un observador gigante con una espalda enorme.
- Estas clases son tan aburridas... no entiendo porqué tenemos que estudiar estas cosas que no sirven para nada.
Mirto, uno de mis compañeros de clase, deja de tomar anotaciones y se echa sobre su carpeta.
- Si las estudiamos es porque en algún momento nos servirán.
- ¿Tú crees? ¿Alguna vez has salido de esta clase y te has encontrado, no sé, con un pez globo o con una de esas ranas de colores chillones?
- No.
- ¿Piensas viajar a la selva? Sólo así te podrías encontrar con algo así.
- Tampoco, pero nunca hay información de más en este mundo.
Me encanta pensar así. Me divierto extrapolando cada cosa de la que me entero. Sé que, como dice Mirto, es imposible toparse con alguna especie tóxica dentro del Instituto, pero basta con dar una mirada alrededor para percatarse de que la toxicidad no se aplica solamente a los animales y plantas. También existen personas tóxicas.
Una está sentada al frente de la clase, en la primera línea.
Se llama Carolina, pero prefiere que la llamemos Caroline. Sí, con ese toque inglés. Si bien lleva el uniforme, parece haberse asegurado que sea una talla menor, de forma que apenas puede respirar y todo su cuerpo parece más portentoso de lo que en verdad es. Fuera de clases suele estar vestida de manera algo escandalosa y con colores muy vivos.
Es, como explica el profesor, su manera de atraer y alejar a los demás. Y los que llegan a morderla caen bajo los efectos de su toxicidad.
Ha estado con chicos de nuestro año, de años inferiores y de años superiores. Y, según algunos rumores, inclusive con algunas chicas. Quienes que pasan por sus manos cambian radicalmente, y no para bien.
Ella disfruta controlando a los demás de la misma forma como lo haría Madonna. Y no porque lo necesite para escalar puestos dentro de la jerarquía de las clases, lo hace para tener algo de lo cual manipular a otros y conquistar a otros más. Como una colección. Como si en su mesa de noche guardara una lista con los nombres de todos aquellos que alguna vez tuvo. Y esa lista no puede dejar de crecer, quiere tenerlos a todos, quiere que la lista sea tan larga como la planilla del Instituto.
Recuerdo que alguna vez intentó seducirlo. Justo luego de que él entrenara gimnasia. Tuvo el atrevimiento de entrar a los vestidores. Yo estaba duchándome, tuve que recuperar una nota ese día, y preferí que la piel se me arrugara por el agua a salir y verme envuelto en escenas tan incómodas.
***
- Entrenando fuerte como siempre, ¿no?
- Vete, Caroline, no es el vestidor de chicas.
- Vamos, que no hay nadie, ¿no quieres relajarte un poco?
- No, tengo que ir a estudiar, mañana...
- Siempre tan diligente. Tan rígido. Ojalá tu conducta no sea lo único rígido en ti...
- Te rechacé antes, te volveré a rechazar. Además te llevo tres años.
- ¿Y? Creo que eso te añade puntos.
- Ya lárgate, hay cosas más importantes en este lugar que tus metas inconclusas.
- ¿Metas inconclusas?
- Sí, lo que no llegaste a hacer.
Instantes de silencio. Quiero que el agua oculte el sonido de mi respiración. Quiero que ella se vaya, quiero que ya todo pase.
- Ya me voy, si quieres quédate acechando a otro.
- Qué serio eres...
***
Cuando se percata de mi mirada y voltea, en lugar de fruncir el ceño como lo haría otra personas al ser observada insistentemente, me guiña un ojo. Luego sonríe mientras gira lentamente, como una de esas actrices antiguas, para seguir prestando atención a la lección.
No, definitivamente no quiero ser parte de su lista perversa. Sin embargo, la admiro. Sí, por encima de esa mezcla de temor, asco e incluso odio, la admiro.
Es una de las pocas personas que no parecen salidas de un molde, como son la mayoría en este lugar. Es única e inclusive está en contra de la corriente. Más de una vez la vi discutiendo con el Director o con alguna de las Secretarias o tutores. Sobretodo con las secretarias, siendo ellas tan estrictas y secas se llevan muy mal con alguien tan exuberante como ella.
Tal vez hay más como yo, como ella, dentro de este Instituto. Más de los que simplemente se aferran a los moldes, a los guiones. Si me fijo con más cuidado...
A mi lado Mirto ha empezado a jugar con su lapicero, como si tocara una batería invisible. No, él es del montón.