¿Qué es eso?
Es etéreo y fugaz. Se escapa entre las corrientes de aire de mi habitación. Lo sentí por apenas un instante pero hizo que un escalofrío recorriera mi espalda.
Nunca pude describir ese olor las otras veces que lo olí. Parece una mezcla de varios olores. Tal vez cenizas con algo cítrico, no sé. O humo de cigarrillo mentolado con betún de zapatos.
Él estuvo aquí. No hay duda de eso.
Me levanto de un salto antes de que el olor desaparezca en lo profundo de mi memoria. El pasillo está oscuro a esta hora, al igual que el resto de las habitaciones.
Empiezo a correr hacia las gradas.
Aún está aquí, aún debe estar aquí. No puede irse tan rápido. No sin antes explicarme su presencia dentro de las paredes de mi casa, dentro de mi vida.
Escucho como un susurro en el primer piso.
Bajo las escaleras saltando las gradas. Siento que el ambiente se va haciendo más frío.
Entro a la sala. Una de las ventanas que da al patio está abierta. Una fuerte corriente de aire helado entra, moviendo los candelabros que cuelgan del techo. El tintineo se va haciendo más fuerte conforme me acerco a ver por la ventana abierta.
Un cuervo gigante está parado entre las flores del patio. Es más grande que una persona. Abre las alas graznando antes de levantar vuelo.
Una pluma negra y enorme desciende girando. Al posarse en el pasto del patio, toda la casa empieza a temblar. Unas grietas negras se abren en las paredes y de ellas más plumas salen despedidas en todas direcciones.
Cuando descubro mis ojos estoy encogido en una superficie azabache y sedosa, respirando entrecortadamente. No hay paredes, ventanas ni gradas, y una luna carmesí ilumina suavemente la escena.
- ¿Creíste que me iría sin despedirme? Vamos, ven, ¿un abrazo de hermanos?
Frente a mí una figura que me despierta terror. Una gorra le cubre el rostro, pero su asfixiante aroma es suficiente para identificarlo. Se me hace imposible respirar, moverme, pensar con claridad. Mi mente y cuerpo solamente me piden que escape, que salga corriendo de allí, lejos de esas plumas negras y esa absurda esfera roja que cuelga del cielo.
Ron. Ahora el aire huele a ron y chicha sobre las notas amargas y cítricas de hace un rato. Y a sudor, a libros viejos, a tinta de fotocopiadora, a chocolate, a queso derretido y a vainilla.
Una voz aguda, como de ópera, empieza a sonar.
- Vamos, un abrazo. Te ves solo y triste, necesitas un abrazo.
La voz sale de debajo de la plumas, cada vez más fuerte. No dice palabras que se entiendan, solamente va subiendo y bajando de tonalidad, como imitando el canto de la aves al amanecer.
- Si tengo que perseguirte entre las carpetas, lo haré. Siempre fui más rápido que tú.
Un sonido de tambores interrumpe a la voz, que regresa estridentemente luego de unos instantes. Las plumas están vibrando. Mi cuerpo aún no reacciona.
- Un abrazo y te sentirás mejor, mucho mejor. Ven.
La luna irritada y las plumas negras desaparecen repentinamente, siendo reemplazadas por el techo de mi habitación y la suavidad de mis sábanas.
Mi madre entra, molesta.
- ¿Pones un tema de Yma Sumak para despertarte?
- Sí.
- Es muy bizarro.
- Parece un ave cantando, tiene sentido.
- Y encima con el celular debajo de la almohada. Así no vas a descansar nada.
- Estoy bien.
- Estás sudando. ¿Otra pesadilla?
- No, no recuerdo nada de lo que soñé.
- Ya levántate. Es desayuno está listo.
Ella se va.
Es la verdad. No recuerdo nada de lo que estaba soñando antes de que "Pachamama" de Yma Sumak me despertara.
Pero aún estoy temblando. Realmente debió ser un sueño muy feo.