Creo que alguna vez conocí a alguien, en algún lugar, en algún momento.
- Los lazos están sobrevalorados. Al igual que muchas otras cosas en el mundo, se nos intenta convencer de la idea de que son absolutamente necesarios para una buena vida.
- Somos seres sociales, nuestra evolución nos hizo así. Necesitamos relacionarnos con otros, necesitamos de los lazos para vivir en paz y armonía.
- Yo desprecio esos lazos.
Todo rastro de serenidad abandona su rostro por unos instantes. Pero luego vuelve a esa calma forzada, como si fuera una de esas muñecas de porcelana en una estantería empolvada.
- Yo desprecio esos lazos, y es así como he sobrevivido tanto tiempo.
- Es inevitable que establezcas lazos con las personas, sean buenos o malos. Mientras conversamos estamos creando uno, ¿sabes? Desde que nos hablamos por primera vez estamos enlazados.
- Lo importante está en cortar esos lazos.
- ¿Por qué?
- Son comos lastres, como anclas que te mantienen fijo en un momento y lugar determinado. Yo odiaría quedarme atrapada, no hay algo que ame más que la libertad. Disfruto siendo como una semilla que se mueve a merced del viento, libre, sin ataduras, de un lado a otro, eternamente.
- No eternamente. Todo tiene un fin.
- Ya he vivido más de mil años, eso me da la sensación de eternidad.
- Morirás junto con el resto del mundo, cuando ya no haya hacia dónde ir.
- Esta "eternidad errante" es la única ilusión que me queda. Creer que si he vivido todo ese tiempo, seguiré viviendo y viviendo. Creo que son los lazos los que terminan matando a la gente.
- ¿Acaso si nadie estuviera conectado a tí, sería inmortal?
- Sí, mi existencia es la prueba. No hay nadie que me recuerde, por lo tanto no hay nadie que se preocupe por mi vida o mi muerte. Si muero, nadie se enterará, y si nadie se entera de algo es como si no hubiera ocurrido. Por lo tanto, nunca moriré, porque nunca nadie podría decir que he existido para empezar.
- Suena muy complicado.
- Es fácil. Lo que sucede es que no estás acostumbrado a pensar de esta manera.
El viento sopla fuertemente, levantando polvo y hojas del piso.
- Ahora me iré.
- No sé siquiera tu nombre.
- Ésa es la idea. Una vez que te duermas, será como si nunca me hubieras conocido. No podrás recordarme o recordar este momento. Recuerda que inclusive este lugar carece de nombre.
- Puedo ponerle un nombre, y también te puedo dar uno a ti.
- No, me estarías matando. Más que un nombre, me estarías dando un epitafio.
- ¿Rechazarás ese regalo?
- Es uno del que prefiero pasar de largo.
El viento sopla de nuevo. Su largo cabello se mueve. ¿O es una de sus pañoletas? La cantidad de arena en el aire hace que todo se vuelva borroso.
- Sin lazos, viviré para siempre.
No puedo mantener los ojos abiertos más tiempo. Los cierro para protegerlos del fuerte viento y de la infinita cantidad de partículas que se levantan del piso. Cuando los vuelvo a abrir estoy solo de nuevo en ese lugar inhóspito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario