Péndulo de Madera

- Ya no eres el mismo de antes.

Un *cling clang* suena luego de esa afirmación, como respaldándola.


- Nunca somos los mismos, ni siquiera por dos segundos seguidos. Que vamos a decir de tanto tiempo.

*cling clang*

Me acomodo mejor en el sofá en el que he despertado. Mi interlocutor me mira con una expresión extraña en el rostro. ¿Odio? ¿Amor? ¿Tristeza?

*cling clang*

Las ventanas de la habitación dejan entrar una luz pálida. La habitación parece no tener focos o lámparas. La única fuente de luz son esas ventanas. Son ocho en total, cada una en una pared.

*cling clang*

- Éste es uno de esos lugares que no debería existir, ¿verdad?
- Y sin embargo existe.


*cling clang*

Levanto la mirada. En lo alto de la habitación (que dicho sea de paso, es bastante alta, más alta que la cúpula de una iglesia grande) hay un gancho plateado. De él cuelga una cuerda muy gruesa, brillante y aparentemente descuidada. Y al final de esa cuerda hay un enorme péndulo de madera. Tiene forma esférica y brilla ligeramente. Debe estar cubierto de laca. Atraviesa majestuosamente el aire, en lo alto de la habitación.

*cling clang*

Cada vez que alcanza un extremo de su trayectoria se produce un sonido muy característico. Y al mismo tiempo parece que el techo se hundiera un poco, acercando el péndulo al piso de la habitación.

*cling clang*

Además su trayectoria parece trazar una línea divisoria entre mi interlocutor y yo.

*cling clang*

*cling clang*

*cling clang*

- ¿Realmente me conoces?
- Claro.
- ¿Y me reconoces?
- No. Como te dije, has cambiado.

*cling clang*

- Éste lugar...
- ¿No lo recuerdas? Lo soñamos juntos.
- No te recuerdo, mucho menos voy a recordar lo que soñamos juntos.

*cling clang*

- Es desesperante...
- ¿El qué?
- El sonido del péndulo.
- ¿Qué tiene de malo?

*cling clang*

- Es demasiado repetitivo.
- Ésa es la idea que tenías cuando diseñaste este lugar. Yo le agregué las ventanas. Si no, la luz vendría del techo, el juego de sombras no sería el mismo.

*cling clang*

- ¿Juego de sombras?

Lo miro. Cada vez que el péndulo oscila, las facciones de mi interlocutor cambian ligeramente. Como una de esas pinturas impresionistas.

*cling clang*

- Quiero irme. Me estoy aburriendo.

Me levanto y empiezo a caminar de un lado a otro. Las ventanas son muy altas, no hay una entrada en el piso. No hay escapatoria.

*cling clang*

- ¿No lo recuerdas?
- No, ya te dije que no te recuerdo ni recuerdo este lugar.
- Si estás buscando la salida...

*cling clang*

- ... no tienes otra opción más que esperar.
- ¿Esperar qué? ¿La muerte?
- No, no hay necesidad de esperar tanto.

*cling clang*

- Entonces qué debe suceder.
- El péndulo tocará el piso de esta habitación en algún momento. Al hacerlo, el piso desaparecerá, al igual que este lugar.

*cling clang*

Veo el péndulo. Aún está muy alto, como a unos diez metros o más. Y baja muy lentamente. Resignado, vuelvo a sentarme y oculto mi rostro entre mis manos.

*cling clang*

*cling clang*

*cling clang*

*cling clang*

*cling clang*

- ¿Quién eres?
- No sé, eso lo decides tú.
- Deja de jugar. Dijiste que soñamos esto juntos...

*cling clang*

- ... así que "ya" debes ser alguien. "Ya" eres alguien desde antes que yo te defina.
- Soy tu mejor amigo.

*cling clang*

- Soy tu deseo más anhelado. Soy la personas que más odias y que más admiras. Soy tu reflejo y tu lado oscuro. Soy alguien que conoces y que aún no descubres. Soy tu y también soy yo. Soy tuyo, pero no te pertenezco.

*cling clang*

- Solíamos divertirnos bastante aquí, ¿sabes? Y también sufríamos. A veces juntos, a veces tú sufrías y yo me quedaba mirando. Otras veces eras tú el sufriente y yo el que observaba.
- No entiendo nada...

*cling clang*

- ... nada de nada de nada de nada.
- Talvez no tengas que entender, intenta recordar.

*cling clang*

*cling clang*

*cling clang*

- No, nada, ni una pista.
- Entonces acércate.

*cling clang*

- Vamos, no tienes nada que perder.
- No confío en tí.
- Si no vienes, yo seré el que vaya.

*cling clang*

*cling clang*

- Decidido, yo voy.

Su sofá cruje al liberarse de su peso.

- Vamos, levanta la mirada.

*cling clang*

Está a dos pasos y ligeramente agachado frente a mí. ¿O agachada? Ahora que lo pienso su voz no suena como si fuera un hombre o una mujer. O joven o viejo. Su voz es neutral.

- ¿Eres un ángel? Sólo los ángeles...

*cling clang*

- ... tienen una voz como la tuya.
- Tú suenas como alguien joven, apuesto y relajado. ¿Lo eres?
- No. Al menos no absolutamente, ninguno de los tres.

*cling clang*

*cling clang*

*cling clang*

- ¿Aún no me eliges?
- ¿Qué?
- Vamos, el tiempo se pasa, y aún no nas decidido quién soy.
- No puedo decidir eso, no soy Dios.

*cling clang*

- Vaya, tenía razón. No eres el mismo de antes. Antes no dudabas ni un segundo en proclamarte el "Dios" de esta habitación.
- Si lo fuera, ya habría elegido irme de este lugar.

*cling clang*

- Y además ahora no quieres respetar las reglas que tú mismo ideaste. ¿Qué sucedió contigo?
- No sé. Muchas cosas, supongo.
- ¿No se las quieres contar a alguien? Yo puedo ser ese alguien que te escuche. Y puedo ser cualquiera.

*cling clang*

- ¿Qué?
- Para eso existo, al igual que este lugar. Si necesitabas reunirte con alguien, sin hacerlo de verdad, venías aquí. Yo me convertía en ese alguien...

*cling clang*

- ... y podías tener tu reunión.

*cling clang*

*cling clang*

*cling clang*

- Ya sé quién eres.
- ¿Quién soy?

*cling clang* *cling clang* *cling clang*
*cling clang* *cling clang* *cling clang*
*cling clang* *cling clang* *cling clang*

El péndulo se ha acelerado.

- Eres yo. Eres yo de antes.

*cling clang*

Antes de darme cuenta del todo, estoy golpeándome a mí mismo.

No lo pienso, es solamente lo que mi cuerpo hace. Mejor dicho, es lo que mi cuerpo quiere hacer y yo le permito hacer. El sonido del péndulo se ha acelerado tanto ahora que es más rápido que mis latidos. Y casi no lo puedo oír. Es como si mis oídos estuvieran tapados.

Mi otro yo no se resiste. Recibe cada golpe con un estoicismo extraño y sin mover sus pies del piso.

El sonido del péndulo se detiene. El tiempo parece dejar de transcurrir también.

Miro por encima del hombro de mi otro yo.

La esfera de madera lacada está a unos centímetros de tocar el centro de la habitación. Y aún no está en el punto más bajo de su trayectoria. Definitivamente, es su última oscilación.

Estiro los brazos para abrazar a mi otro yo, para abrazarme a mí mismo. Es un intento vano de entenderme.

El péndulo toca el piso de la habitación, que empieza a estallar con pequeños chasquidos. La luz que entra por las ocho ventanas desaparece. Mi otro yo me sonría comprensivo mientras también cae en la oscuridad.

Siento que no hay nada bajo mis pies.

Estoy cayendo. ¿O estoy flotando y es la habitación la que se aleja vertiginosamente?

No hay comentarios:

Publicar un comentario