Huesos de Cristal

- Creo que es el alma la que tiene los huesos de cristal.
- ¿Es todo lo que se te ocurre?
- Sí.

Luego de varias horas y muchas tazas de café es lo único que se le ocurre al escuchar esas tres palabras. Nada más. Es algo decepcionante. Esperaba algo más rebuscado, algo casi científico, algo como "sabes, el otro día escuché que están haciendo implantes de cristal para reemplazar tejido óseo". Pero no, tiene que salir con eso del alma otra vez.


- No pareces muy satisfecho con lo que acabas de oír.
- No, la verdad que no, no ayuda mucho.
- No eres paciente, no he terminado de explicar la idea.
- Apresúrate.
- Un hueso normal puede soldarse de nuevo si se fractura. De una forma un otra, en especial si se enyesa o se le ponen barras de metal, el hueso roto volverá a ser uno. Y esa parte del cuerpo, luego de un tiempo de recuperación, volverá a ser funcional. Al inicio será doloroso, pero con el tiempo todo dolor desaparecerá por completo y será como si el hueso nunca se hubiera roto... a menos claro que se suelde mal y quede como una protuberancia.
- Sigo sin entender.
- Bueno, yo creo que el alma tiene huesos de cristal. Cuando se rompen, no duelen. Nunca se sueldan, por más atenciones que se le presten. Y al no soldarse, el alma ya no vuelve a ser funcional nunca más.
- ¿A qué te refieres con eso?
- Que el alma ya no sirve, o no sirve del todo. Es como cuando te rompes un hueso en la pierna. Mientras que no se suelde completamente, no podrás utilizar tu pierna correctamente.
- Entonces, si un hueso de cristal se fractura, ¿el alma ya no volverá a ser la misma?
- Exacto.
- ¿Y cómo se supone que detectemos eso?
- Deberías descartar todo lo que tenga que ver con radiografías.
- Es obvio.

Ambos nos quedamos en silencio.

Sólo se me viene otra duda a la mente.

¿Para qué sirve el alma?

Si pudiera responder esa simple pregunta correctamente, podría darme cuenta si el alma de alguien no está funcionando correctamente. Y entonces sabría a qué se refirió el Director cuando me dijo que buscara al que tiene "sus huesos de cristal rotos".

- Estoy aburrido. No sé porqué tienes que andar haciendo preguntas tan raras cada vez que me invitas a salir por un café. No es que no lo disfrute, pero me deja una sensación extraña. Nos vemos en clases.

Sin esperar que me despida, toma su mochila del respaldar de la silla y sale de la Cafetería. Ahora que me doy cuenta éramos los únicos aquí. Miro el reloj: más de las once de la noche.

Al salir, el instituto da la impresión de ser una maqueta perfectamente iluminada bajo un cielo nocturno completamente negro. Perfectamente negro.

Espera. E...l cielo... no... tiene... estrellas.

Cierro los ojos para acostumbrarme a la oscuridad del paseo que une la Cafetería con el resto del Instituto. Camino a ciegas unos pasos antes de volver a abrirlos y levantar la mirada.

Hay estrellas en el cielo. Recién puedo verlas.

Es extraño, casi nunca me había fijado en ellas. Brillan débilmente, seguramente debido a que el Instituto despide mucha luz y eso le "quita" brillo a las estrellas.

Conforme me acerco al Instituto, la iluminación del mismo parece ir disminuyendo. Por encima del edificio principal, resalta la oficina del Director. Es como una enorme bola de tenis blanca a punto de caerse de una repisa gigantesca. Podría jurar que incluso a esta hora, el Director está sentado detrás de su escritorio, repasando documentos para distraer su sueño.

¿Dormirá?

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