El Monóculo de Ónix

Las cadenas verdosas dejaron de agitarse hace un rato, pero la sensación de mareo no me abandona ni por un instante. Siento que si intento ponerme de pie vomitaré. Prefiero quedarme sentado, con los brazos estirados en el aire, como una extraña marioneta.

Me siento demasiado mal como para siquiera mirar el reloj de mi muñeca.



***


Un dolor en el vientre me despierta.

Esperaba ver a alguien despertándome de una patada, pero en la extraña habitación en la que estoy no hay nadie más que yo.

Mi vientre me vuelve a doler.

Debe ser por la posición. En sí, todo el cuerpo me duele, pero en especial el vientre.

Pienso en reincorporarme, pero la sola idea de tener que volver a escuchar el sonido que producen las cadenas me convence de quedarme en el piso. Adolorido y mareado es peor que adolorido solamente.


***


Es difícil saber cuánto tiempo ha pasado.

Tengo hambre, pero eso podría indicar que han pasado unas horas. Mi cuerpo está acalambrado, pero eso tampoco ayuda, no sé qué tiempo le llevaría a mi cuerpo llegar a este punto.

La puerta se abre y alguien asoma muy lentamente.

- Por fin despiertas. Tres días sin hacer nada de nada. Ya era hora de que te moviera un poco, ¿no?

Tardo en reconocer la voz, es el villano. Extrañamente me siento aliviado.

Se acerca a mí y entonces veo que algo cuelga de su cuello. Algo que no llevaba antes, o que al menos no llevaba al descubierto. Parece uno de esos pendientes que venden los hippies en los semáforos o parques. Es un perfecto círculo de material negro.

- Levántate, comerás arriba.
- ¿Qué?
- Sí, comerás, puede que te des una ducha... y hasta puede que te dejemos comer postre. Pero levántate de una vez.

Intento ponerme de pie, pero no puedo. Mis rodillas se doblan como hechas de gelatina.

- Vale, al menos lo intentas. ¡Saturnino!

El mismo ayudante de la otra vez entra, y me ayuda a ponerme de pie. Subimos de nuevo las gradas retorcidas y salimos a la iglesia. Sobre uno de los empolvados bancos hay un par de platos servidos, con un juego de cubiertos y servilletas a un lado. El ayudante del villano me deja sentado a un lado, y se para detrás, atento a cualquier movimiento mío.

Como lo supuse, los cubiertos son de plástico, inútiles para cualquier intento de escape.

- ¿Cuánto tiempo me tuviste allí debajo?
- Dos días, a lo mucho. Seguro te pareció más tiempo.
- ¿Y me alimentas antes de asesinarme? No eres muy normal que digamos.
- No, te alimento antes de encerrarte de nuevo. Recuerda que te necesito vivo allí abajo. Saturnino, cuando termine, llévalo de nuevo abajo. Si necesitas ayuda, grita, Neptalí está afuera.

El villano camina hacia el agujero en el piso de madera y desaparece en él. Lo escucho silbar mientras baja.

Apresuro la comida y al terminar me dejo llevar por Saturnino. No le veo sentido a intentar escapar ahora, además que estoy agotadísimo. Puede que llegue a averiguar de qué va todo esto sin necesariamente terminar muerto.

Mientras bajamos las gradas con encontramos con el villano. Está haciendo una mueca extraña a fin de mantener algo circular sobre su mejilla. Como uno de esos niños que juegan a ponerse chapas de gaseosa sobre los ojos.

Viéndolo de cerca, y a pesar de lo oscuro del lugar, veo que es lo que colgaba de su cuello hace un rato.

- Lindo monóculo...

No consigo terminar la frase. Una cachetada hace que me caiga unos escalones.

- Estoy aburriéndome de tu sentido del humor. Así que desde ahora procura mantenerte en silencio.

Me repongo y al instante estoy de nuevo en la habitación de antes. Saturnino me vuelve a esposar a las cadenas que van entre las paredes. Aún adolorido por el golpe, prefiero seguir fastidiando a quedarme callado.

- ¿También le robaste ese pedazo de plástico negro a alguien? ¿Un hippie, quizás?
- No, lo encontré aquí mismo. Y no es plástico, es ónix. Y tu sentido del humor te dejará sin esto.

Una botella se agua se sacude frente a mis ojos. Debí quedarme callado.

- ¿Quieres ver cómo se ve esta habitación?

Tomando mi cabeza con una mano, acerca el círculo de ónix a mi ojo derecho. De pronto, las paredes apenas visibles se llenan de unas líneas verdes que van desde el techo hacia el piso. No son gruesas, pero sí notorias.

- Suficiente.
- ¿Qué eran esas líneas?
- Los "circuitos" de este lugar. Antes de que te encerráramos, apenas eran visibles. Creo que te dejaré aquí abajo unos cuantos días más. Y veremos qué sucede con esas líneas, ¿sí?

El villano y su ayudante se van sin decir más.

Sé que viviré, unos días más. ¿Pero luego qué?

¿Me estarán buscando afuera?

¿El anciano estará usando alguno de sus juguetes raros para encontrarme? ¿Mi familia habrá descubierto que no estoy disponible?

Las cadenas empiezan a vibrar de nuevo.

Intento adoptar una posición cómoda antes de que el mareo me posea completamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario