Cartas Negras

Había sido una noche aburrida. Dormí pesadamente y al abrir los ojos no recordaba haber soñado en lo absoluto.

Aún es de madrugada pero mi cuerpo ya quiere salir de la cama. Automáticamente salto de la cama y agarro una toalla.

Me acerco a la puerta descalzo, sintiendo el alfombrado de la habitación meterse entre mis dedos. Como si quisiera detenerme.

El pomo de la puerta está helado. Tanto que al tocarlo siento una punzada de dolor en las yemas de los dedos. Algo dentro mío me dice que vuelva a la cama, que regrese entre las sábanas para acurrucarme hasta que sea una hora más decente.

Giro el pomo y jalo la hoja de madera. El pasillo está iluminado por una luz muy tenue.

Saco la cabeza y volteo a ambos lados. Es mi forma de asegurarme de que es seguro avanzar.

Hay alguien esperando frente a una de las puertas.

Mejor dicho, está abriendo uno de los dormitorios. Solamente puedo distinguir su perfil. Debe llevar un hábito o una falda, porque no se le notan las piernas, y usar algo muy sobresaliente en la cabeza. Lleva algo en la mano libre, es una bandeja. Una bandeja con un sobre negro en ella. Estoy lo suficientemente cerca como para distinguirlo.

La figura se ha detenido. Repentinamente voltea y me mira a los ojos.

Es una de las Secretarias. Su rostro se ve más tieso de lo usual. Es como si estuviera molesta. La mano con la que estaba abriendo la puerta me señala y hace un movimiento algo extraño. Como cuando queremos que alguien se aleje, pero más rígido y urgente.

No sé si tengo miedo, o si simplemente el sueño está volviendo a mi cuerpo, pero lo siguiente que recuerdo es estar dando vuelta debajo de mis sábanas.


***

- Así que otro más que se va de aquí.

De nuevo somos los últimos en la cafetería. Agitando desganadamente su café parece que busca algo en su memoria. Algo que le resulta esquivo, porque el movimiento de la cucharilla se va haciendo cada ves más rápido, llegando a hacer desbordar unas cuantas gotas fuera de la taza.

- Sí, estoy seguro de que otros han recibido esa carta antes. Pero no recuerdo quiénes.
- Es extraño.
- ¿Por qué?
- Porque ahora mismo, aunque me esfuerce, no logro recordar quién dormía en esa habitación.
- Tal vez no lo conocías, por eso no lo recuerdas. Es natural que no lleguemos a conocer a todos los del Instituto.
- Vamos, su dormitorio y el mío eran en el mismo piso.
- Eso no te obligaba a conocerlo.

La conversación empezó cuando le comenté que ahora en mi pasillo hay una habitación libre. No tardará mucho en ser ocupada por otro estudiante. Sin embargo, ambos sabemos que no es la primera vez que algo así sucede. Un chico o chica que desaparece de un momento a otro, pero antes de que el fin de año llegue. Lo raro está en el hecho de que recordamos haber escuchado que algo así sucedió antes, pero no recordamos a los que se fueron. Algunos rumores mencionan el sobre negro que vi anoche.

- ¿Estás seguro que era una de las Secretarias?
- Sí. Toda de negro y con uno de esos tocados extravagantes que suelen llevar.
- Puede que lo hayas soñado.
- Sería mucha coincidencia soñar algo así y luego encontrarte con una habitación libre en tu pasillo.
- No te molestes. Solamente digo que es demasiado extraño.
- Es natural. No podemos estar siempre en este lugar, ¿no? Todos envejecemos conforme el tiempo para, y hasta ahora no he visto a un solo anciano estudiando en este lugar.
- ¿Pero a dónde van?
- Al mismo lugar a donde van los del último año cuando su último periodo acaba.
- Sí, pero... ¿qué lugar es ese?
- No sé. Seguramente uno mejor que este. Al menos uno con una cafetería que atiende más horas al día.

La encargada nos gruñe algo que no entendemos mientras va volteando las sillas con su ayudante. Las dos mujeres parecen tener la manía de interrumpir nuestras conversaciones justo cuando vamos llegando a un punto interesante.

- No nos queda de otra más que salir a pensarlo fuera.
- No, no lo creo.
- ¿Por qué?
- Pensar en el futuro me da miedo. No sé que haya una vez que nos vayamos de aquí.
- Pero...
- Creo que no debimos empezar a hablar de esto. De lo que viste, de lo que hay después, simplemente no me agrada pensar en esas cosas.

Seca la taza de café de un solo sorbo. Está algo pálido, como descompuesto. Se levanta y empieza a caminar apresurado hacia la puerta.

- ¿Y tus modales?

El sonido de la puerta de cristal cerrándose es todo lo que obtengo como respuesta.

Escucho las risas ahogadas de la encargada y su ayudante. Parecen encontrar muy divertido el hecho de que me dejen al aire.

Me levanto y salgo de la cafetería, no sin antes arreglarme la bufanda. Afuera está haciendo un frío terrible.


***

Cuando me encuentro de nuevo en la cama, un pensamiento extraño invade mi mente.

¿De qué estuvimos hablando en la cafetería?

Seguramente de algo relativo a los cursos, o a la excursión que se viene.