Man of a Thousand Faces


- No quiero herirte.

- Descuida, sé que no lo harás.


La hoja del cuchillo se clava profundamente en el pecho de la persona de gris. Ninguno de los dos deja de sonreírle al otro.



- Lo que menos quiero hacer es provocarte dolor.


Su muñeca gira, haciendo que la hoja también gire y desgarre carne alrededor. La sonrisa en ambos rostros no pierde un ápice.


- Creo que deberíamos alejarnos, siempre vas a salir mal parado.


La persona tendida en el piso, pero la otra apoya una de sus manos contra su hombro. Sin intentar pelear, vuelve a descansar la espalda contra el pavimento.


- Vamos, no te quedes callado.

- No sé que decir.

- Gritar de dolor no estaría mal.


La hoja sale de la carne y se vuelve a hundir violentamente en otro lugar del cuerpo. La operación se repite varias veces. Los golpes suenan como un metrónomo extraño, viscoso.


- Vamos, di algo.


Los golpes se hacen más rápidos, más violentos. Ambos se encuentran rodeados de un charco rojo brillante.


- ¿No tienes alguna cosa que decir? ¿Nada de nada?


El cuchillo cae al suelo y se aleja rebotando del centro de la escena.


- Algo no está bien contigo, dime qué te pasa. Quiero ayudarte.

- Descuida, todo está bien.

- ¿Que sucede contigo? Algo va mal y no quieres decirme. ¿Es algo que yo hice?

- No, si me diera cuenta de qué es, te lo diría.

- Ya. Vale. Me tengo que ir. Tenemos que salir más a menudo, ¿si? Creo que los dos estamos demasiado ocupados.

- Claro, hay que ver un momento libre en nuestras agendas.

- Si, nos comunicamos. Ya me voy. No te quedes mucho tiempo así, ¿si? Tienes que estar bien.

- Hasta la próxima, cuídate.


Una de las personas se aleja y la otra se queda tendida en el piso, inmóvil.


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