Y después...

Los laberintos
que crea el tiempo
se desvanecen.

(Solo queda
el desierto)

El corazón,
fuente del deseo,
se desvanece.

(Solo queda
el desierto)

La ilusión de la aurora
y los besos,
se desvanecen.

(Solo queda
el desierto.
Un ondulado
desierto)

Federico García Lorca



- Anoche tuve ese sueño que se repite a menudo.
- ¿El de la niña de blanco que no se va de tu casa?
- No, el del desierto.

Su caminata se hace más lenta, como si empezara a contar las piedras que va pisando en el camino. Yo también bajo la velocidad. Presiento una conversación larga y probablemente reveladora.

- ¿Alguna vez estuviste en un desierto?
- No, nunca.
- Pero te imaginas la sensación, ¿verdad? Nada dentro de lo que alcanza la vista excepto arena, dunas de arena y tal vez una tormenta de arena. Arena, arena, arena. Nada ni nadie. Como si estuvieras completamente solo en el mundo.
- Parece que tú si estuviste en uno.
- Sí, en sueños. No debe ser muy distinto a como es uno en la vida real.
- ¿Es un sueño recurrente?
- Viene a mi al menos una vez por semana.
- Entonces sí que lo es.
- Sí. Pero me estoy acostumbrando.
- Si estuvieras acostumbrado, no lo comentarías.
- Dije que me estoy acostumbrando, no que ya estoy acostumbrado.

Sus pasos se detienen completamente. Baja la mirada hacia las piedras, como esperando algo.

- Tengo miedo. Sé que ese desierto se va a hacer real algún día.
- ¿Porqué dices eso?
- Vamos, piénsalo bien. Al final no queda nada, al final te quedas solo. Ése es el desierto. No importa lo que haga o deje de hacer, al final no importa, no queda nada.

No está llorando, pero su voz suena completamente alterada. A veces tiene momentos así. Y todo lo que puedo hacer es quedarme parado a su lado, observando. Sé que ninguna palabra lo tranquilizará, y que si intento abrazarlo se alejará saltando hacia atrás. Solamente puedo ver cómo se quiebra y hacer preguntas cortas para hacer que lo que lleva dentro siga saliendo.

- ¿Entonces ése es tu sueño? ¿Estás en un desierto?
- Sí, de a poco el desierto me engulle y todo el cuerpo me duele. Las arenas no son de ése color crema de siempre, sino negras. Y afiladas, como los trozos de vidrio. Me cortan, es horrible, el dolor es muy real.
- Entonces deberías despertar en ese momento, cuando el dolor es demasiado.
- No, sucede que el desierto me devora. Y entonces me convierto en el desierto mismo. Y me veo a mi mismo parado en medio de esa arena negra. Y me devoro otra vez. Eso se repite varias veces hasta que termino de soñar.

De pronto lo noto más tranquilo, y empieza a andar otra vez. Fue más rápido de lo que usualmente suele ser. Tengo que correr un poco para alcanzarlo.

- Entonces, ¿porqué te perturba tanto?
- A veces, estando despierto, me siento como si fuera el desierto de mi sueño. Y también como si estuviera parado en medio de ese desierto.
- ¿Quieres decir que estás solo? ¿Y yo dónde quedo?
- Deberías alejarte, creo. Recuerda lo que me pasa a mí mismo cuando estoy parado en medio del desierto.
- ¿Quieres decir que podrías devorarme? En ese caso, yo también me convertiría en el desierto. Entonces ya no habría razón para que te sientas solo.
- O puede que nos convirtamos en desiertos independientes. E inevitablemente seguiríamos estando solos. ¿No crees?

Siempre que conversamos de sus sueños, termino confundido.

Ya debería haberme acostumbrado.

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