Él ha dejado que escape.
Me dijo algo como "no importa, ésta es una maquinaria que no puede ser detenida de ninguna manera". Luego le ordenó a su ayudante que me arrojara fuera de la iglesia y que luego se quedara en la puerta, vigilando.
Hace un buen rato que estoy tendido en el piso, respirando fuertemente. A pesar de que la luz de la tarde es tenue me siento casi ciego. los efectos de tanto tiempo en la oscuridad no desaparecen en segundos. Lo primero que veo con claridad son los adoquines de piedra del piso. Se ven casi nuevos, como si los hubieran colocado ayer.
El poco polvo y las piedrecillas sobre los adoquines empiezan a vibrar. Primero muy suave, luego más fuertemente.
Mis ojos pueden ver más allá. Algunas personas asoman por la puerta de una tienda, otras dos que están en el paradero de la plaza miran alrededor. Los postes y los cables que sostienen empiezan a balancearse. Escucho unas tejas caer muy cerca.
Cuando volteo, veo que el frontis de la iglesia se llena de rajaduras rápidamente. El aterrorizado ayudante desaparece en la oscuridad del interior de la iglesia justo antes de el campanario se derrumbe, con un fuerte ruido. La campana queda a medias enterrada, brillante y derrotada.
¿Esto es todo?
¿Un terremoto?
Sé que es grave, que muchos podrían morir, y que la ciudad podría quedar reducida a ruinas, como hace tantos años. Pero me parece un efecto demasiado usual como para haber sido perseguido con tanta ferocidad. Si quería destruir la ciudad, lo hubiera logrado de muchas otras maneras menos engorrosas y extrañas, sin invertir tantos años de su vida.
Me levanto y empiezo a caminar... ¿hacia dónde? De seguro no quedará nada más que un montón de escombros en unos minutos. No quiero vivir en una ciudad así. No puedo escapar de un lugar así. Fallé. Adiós vida normal.
Empiezo a preguntarme si el resultado sería distinto si no hubiera intervenido. Si me hubiera conformado. Si nunca hubiera dejado la Policía de Investigaciones para hacerme independiente. Si nunca hubiera conocido al anciano. Si nunca hubiera empezado a perseguir a un aparentemente poco importante ladrón de incunables.
Si no hubiera tomado las decisiones que me guiaron hasta este momento.
- No hay vuelta atrás, si eso es lo que piensas.
El anciano está parado frente a mí. A diferencia de otras ocasiones, va especialmente abrigado y lleva lo que parece ser un bolso deportivo en una mano. Y se ve demasiado limpio para la situación, es decir, como si toda la polvareda que el movimiento del suelo provoca no lo hubiera tocado.
- Sé que estás cansado, pero exigiré un poco más de ti.
- Yo...
- Ponte este abrigo.
- Primero debería ponerme de pie.
- No puedes, estás demasiado débil. Solo-ponte-el-abrigo.
El anciano está más mandón de lo usual. Me arroja un abrigo pesado y duro, que tardo mucho en ponerme debido a la pesadez de mis miembros.
Cuando tengo los dos brazos metidos, siento una fuerza que me jala hacia arriba, desde las axilas, como un arnés. Mis pies se quedan un instante en el aire antes de volver a tocarlo suavemente.
- Es un abrigo especial, como te habrás dado cuenta. Procura no estropearlo ni perderlo. Y llévate esto también.
Del bolso deportivo saca un candelabro que se me hace familiar y un frasco de mermelada lleno de una sustancia negra. Me avienta los dos con mucha prisa.
- Ya sabes cómo funciona el candelabro, concéntrate en hallar el lugar correcto en el laberinto, desde donde se controla todo. Una vez allí, vierte el contenido de este frasco y sal corriendo.
- ¿No pudiste traerme nada de comer? ¿O algo para pasar desapercibido?
- Hay uno de esos turrones de chocolate en en bolsillo derecho del abrigo. Y no cabía nada más aquí.
- ¿Y no podías...?
- No te quejes y ve. El tiempo es precioso. Si sientes que el laberinto se mueve mucho es porque realmente te queda poco tiempo. ¡Ve!
Comienzo a correr hacia las ruinas de la iglesia mientras sacudo el candelabro y empiezo a concentrarme. Empujo la pesada puerta, pero no se mueve. Seguramente sus goznes ya estás arruinados por el movimiento. Me escurro por el poco espacio que queda.
Al entrar me siento dentro de una nebulosa. El polvo que flota se mete rápidamente en mi nariz y me hace toser y estornudar. Recuerdo lo del tiempo y corro hacia la entrada de las catacumbas. Por suerte la reja está abierta.
Empiezo a bajar y a elegir las bifurcaciones según el candelabro me indica. Me siento ligero, como si todos los efectos de la fatiga se hubieran disipado al ponerme el abrigo. Meto el frasco en un bolsillo y saco el turrón de chocolate. Lo que el abrigo no ha podido cambiar es la sensación de hambre.
Mientras corro automáticamente guiado por la luz de las velas, me empiezo a preguntar sobre las cosas que pasan afuera. Siento que el piso sigue temblando, así que a estas alturas ya no debe quedar mucho en pie allá afuera. Me fuerzo a no pensar en todos los conocidos que ya deben estar muertos o sin casa. Y no quiero pensar en mi familia. No quiero sentirme culpable.
Llego frente a un pórtico de piedra que se me hace familiar. Las velas del candelabro se apagan. He llegado.
Me encojo a un costado del pórtico para entrar sin ser descubierto. Dentro hay poca luz, y contra ella están recortados los perfiles del villano y su ayudante.
- Emma... ¿me oyes?
- Tienes que hablar más alto, Saturnino. Yo apenas te oigo.
El villano sostiene en sus manos lo que parece ser una esfera brillante. Su ayudante parece tener problemas con un intercomunicador.
- No funciona... señor, no funciona.
- ¿Cómo que no funciona? Lo que sucede es que no sabes hacerlo funcionar. ¡Dámelo!
Las manos del villano se separan y la esfera de luz que sostiene se disipa en líneas, que flotan por un instante antes de pegarse a las paredes y desaparecer. La habitación queda a oscuras y el suelo deja de temblar. Aprovecho para terminar de entrar.
- Éste aparato comunicaría incluso a un grupo de mineros en la mina más profunda con el exterior. ¡Aló! Emma... sí... ¿no lo notaste? Bueno, manda el primer comunicado en diez minutos exactos... no, en diez exactos... que tengo que sacar todo esto del suelo... sí, diez minutos... ya, nos comunicamos en quince... grábalo todo.
El villano se vuelve hacia su ayudante y le arroja el comunicador.
- ¡Ahora ya sabes cómo funciona! Quédate quieto y no me distraigas.
Las paredes vuelven a brillar mientras el villano murmura algo. Las líneas aparecen de a pocos y se juntan en una esfera, entre las manos del recitador. Saco el frasco del bolsillo justo en el momento en el que el suelo empieza a temblar. Mis dedos, entorpecidos por los días de inamovilidad, dejan caer el frasco, que rueda hacia un lado de la habitación.
El villano voltea mientras su ayudante enciende una linterna y me apunta directamente.
- Vaya, creo que alguien regresó luego de ir de compras. Lindo abrigo. Te lo dio mi colega, ¿verdad? Lástima que no te diera nada para ocultar tu presencia.
- Yo mismo le dije eso.
- ¿Ahora me vas a matar con un candelabro? No seas tonto. ¡Saturnino, dispárale!
- Dejé el revólver arriba, señor.
- ¿Porqué?
- No sé, señor, yo...
El villano saca una liga del bolsillo y me la arroja. La esquivo demasiado tarde y toca mi pantorrila izquierda. Ya he pasado por esto antes ¿cómo bajé la guardia? La liga se multiplica con un chasquido y aprieta mis piernas, haciéndome caer al piso.
- No importa, de todos modos yo soy el que hace todo solo, ¿no?
- Lo siento, señor, yo...
- Descuida, fue tu último error.
- Yo...
- Saturnino Quilla, yo te libero de mi servicio.
El villano chasquea los dedos. Saturnino emite un pequeño grito, como de ahogo, mientras sus manos se cierran sobre su pecho. Comienza a correr hacia la puerta y tropieza conmigo. Por un instante se retuerce y avanza un poco más, emitiendo sonidos de ahogo. Luego se queda quieto.
- Por eso es que no es bueno firmar contratos conmigo. Lamento que hayas tenido que ver eso. Pero ahora te mostraré algo más... luminoso. Procura no hacer nada, el tiempo se me va.
Reinicia su cántico. Las líneas, la esfera, el tremor del piso, todo se repite. Busco el frasco con la mirada. Brillando ligeramente, está pegado a una pared a la derecha del villano. Si me arrastro hacia él...
- Mira cómo un montón de robos, mentiras y muertes toma sentido ahora, pequeño. Si dices algo interesante, puede que te deje vivir en el mundo que yo controlaré. Me caes bien a pesar de lo molesto que eres, así que elige bien tus palabras.
El piso deja de agitarse. Ahora zumba ligeramente y tengo la sensación de elevarme, o de estar en un avión que despega.
No tengo tiempo, debo alcanzar ese frasco.
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