Conejo cocodrilo

- Tienes que estar orgulloso de lo que eres, y no desees en ningún momento cambiar tu naturaleza.

El anciano se sienta a mi lado.

- No tengo problemas con eso. Acepto quien soy, nunca quise ser otro.
- Si estuvieras en lo cierto, no estarías aquí.

Me quedo callado. El salón en el que estamos sentados se va llenando de niebla. El respaldar de la silla se desvanece y parece que el suelo está temblando.

Antes de que pueda gritar veo que el viejo sostiene un remo y me hace un gesto de silencio, con el índice sobre sus labios. La niebla se disipa un poco. Ahora estamos navegando en un río. Sus aguas son oscuras y hay varias ramas flotando en él. A lo lejos, en las orillas, veo una densa vegetación, de la que provienen el sonido de varias aves que no logro identificar.